Yendo con la cruz a cuestas,
Él miraba a aquellos rostros,
entre yagas de pies rotos
caminando como cuentan.
Y mientras¿Qué pensaría?
Continuando su calvario
ya iba a ser crucificado
y el pensar no importaría.
Y María que sintiéndo
en el alma un cruel filo,
como espada que Longino
clavaría muy adentro.
Y aquel hombre fue un hecho
que aún nadie a emulado,
porque el padre a uno ha enviado,
siendo sólo él el verbo.
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